Stephen King y su lectora ideal
Stephen King es el escritor norteamericano contemporáneo más popular del género del Terror. También tiene novelas de ciencia ficción y fantasía. Pero en las novelas y los relatos de Terror alcanza niveles muy destacados.
Stephen King nace en Maine 1947. Es autor de noveles emblemáticas del género como «Carrie», «El misterio de Salem´s Lot», «Misery». Muchas de sus noveles han sido adaptadas al cine como mucho impacto. También se ha involucrado como guionista y recientemente como productor ejecutivo de una adaptación televisiva de su novela «La Cúpula». Esta superproducción televisiva es una serie desigual y con fallos en su trama que tiene dos temporadas. Por momentos, la serie cae en lo inverosímil. Algo que en muchas de las novelas de King no suele suceder.
Siempre me llamó la atención la relación que tiene Stephen King con su escritura. En numerosos entrevistas y su libro «Mientras escribo» los expone con mucha sinceridad. En las palabras del propio King: «Escribir es una labor solitaria, y conviene tener a alguien que crea en ti. Tampoco es necesario que hagan discursos. Basta, normalmente, con que crean», luego acota que la escritura es encontrar hallazgos fosilizados en el camino. Y lo aclara en una entrevista con el periódico New Yorker, donde explica que las historias son objetos hallados, como los fósiles del suelo, que le parecen «reliquias, fragmentos de un mundo preexistente que no ha salido a la luz. El trabajo del escritor es usar las herramientas de su caja para desenterrarlas lo más intactas que se pueda». Hay que tomar en cuenta dos puntos enormes. El primero, King siempre habla de la historia. Recalco, el asunto de «historia». No habla de la escritura como un acto cerebral y caótico. El maestro del Terror no habla de la escritura como un enjambre de palabras bien dichas y que no conducen a nada. Lo importante para King es entregar al lector una historia pura que la disfrute. Coincido plenamente con sus palabras, el lector tiene el suficiente derecho para reclamar al escritor que quiere leer una historia, no quiere leer una temática. A esto debe sumarse, que el escritor debe esforzarse por gustar a varios lectores, no debe contentarse con «gustarse». Desde mi punto de vista, la escritura hecha para el disfrute del propio creador es un acto narcisista. El mismo King dice: «no se pude gustar en todo momento a todos los lectores, ni siquiera a una parte, pero por favor, esfuérzate en gustar a veces a un sector del público». Y más aún en los momentos en que vivimos, en que los gustos del público se han segmentado, y hay nichos para todos los gustos. Hay que considerar que todo lector tiene un sentido primario , que es el gusto por las historias, no por los discursos.
Otro punto interesante es que King dice que el escritor necesita de alguien que crea en su trabajo. En el caso de King fue su esposa Tabitha Spruce, también escritora y activista, que creyó en él. Incluso en los comienzos de su carrera como escritor y cuando, él mismo ha confesado en innumerables ocasiones, su carrera de escritor parecía que se iba al fracaso, y se sumaba problemas económicos, y los inmemorables rechazos de las editoriales y las revistas. Una época que la fe de Tabitha Srpuce logró mantener a flote a King y siguió creando sus historias. Y precisamente, a Tabby, como cariñosamente le dice el autor, la llama su lectora ideal. Tabby, la lectora ideal de King, ha leído todas las obras de King y ha hecho sus observaciones. Ella tiene un papel fundamental, porque le advierte de que si la historia funciona o no, si sus personajes son creíbles o no, si la historia mantiene la tensión en el lector o no. Le advierte de cualquier fallo que existiera en la historia.
King aconseja tener un lector o lectora ideal. Puede ser un amigo, amiga, familiar o compañero. El menciona que este lector o lectora ideal acompaña al escritor en su proceso creativo. Puede responder las dudas sobre la percepción de la historia que tenga el escritor. Puede involucrarse y creer en la historia.
Lo interesante es que, Tabby ha hecho que King cumpla su objetivo máximo como escritor. En sus propias palabras: «Mi máxima meta es la resonancia, algo que perdure un poco en la mente (y el corazón) del lector después de haber cerrado el libro y haberlo colocado en la estantería».
Fotos: Stephen King / Times.
Aunque el caso de King no es único. Ha habido muchos autores que han tenido su lector o lectora ideal.
Es indudable que King tiene su "evangelio propio", y seguramente se aplique tanto a su profesión como a su vida personal. Y evidentemente le da resultado apegarse a ese canon, dados su mantenido éxito (¿veinte o treinta años?) y su impresionante productividad. Pocos como él. ¡Admirable!